Tras años estudiando y pagando quinientas lucas mensuales que lo endeudaron por mucho tiempo, recogió su diploma con sonrisa indisimulable y posó para la foto de rigor mientras compañeros y familiares aplaudían orgullosos. Se bajó del escenario y con el cartón bajo su brazo emprendió, ilusionado, la búsqueda de su primer trabajo, el cual, el día de hoy, consiste en conducir su auto por toda la ciudad y, de vez en cuando, llevar a sus casas a los empleados de las empresas a las que alguna vez postuló.